lunes, 25 de mayo de 2015

Sabiduría

La sabiduría ocupa el primer lugar entre los siete dones del Espíritu Santo. Tener el don de la sabiduría nos permite ver las cosas de acuerdo a como Dios las ve. Podemos adquirirla mediante la búsqueda de la mente y la voluntad del Señor a través de una comunicación regular en la oración, en el estudio de las Escrituras y cultivando una relación íntima con él. La sabiduría nos dirige a la hora de juzgar todo de acuerdo a la perspectiva divina.

Entendimiento

La comprensión es el  que nos da una mejor y más profunda visión de los misterios de la fe cristiana. Nos ayuda a tener un conocimiento más  de las enseñanzas y las verdades de la iglesia. De acuerdo con el sitio  St. john Roman Catholic Church, "Da una gran confianza en la palabra revelada de Dios y conduce a los que la tienen para llegar a conclusiones verdaderas a partir de los principios revelados".
Consejo
El don del consejo nos da la intuición de hacer lo correcto en circunstancias difíciles. Esto nos permite practicar y perfeccionar la virtud de la prudencia, o saber qué hacer y qué evitar en diferentes situaciones. El libro Segundo de Éxodo afirma; "El Espíritu Santo habla al corazón a través del don del consejo y muestra a los que lo tienen qué hacer".

Fortaleza

La fortaleza es el don de la fuerza, la perseverancia y el coraje que nos permite obedecer y seguir la voluntad de Dios en todo momento. Nos ayuda a superar los obstáculos y a perseverar en nuestra fe, siempre confiando en la divina providencia de Dios para equiparnos con la virtud necesaria.

Conocimiento

Con el don del conocimiento, somos capaces de discernir y descubrir la voluntad de Dios en todas las cosas y juzgar todo de acuerdo con esta perspectiva divina. St. John Roman Catholic Church indica, "El don del conocimiento es a  llamado 'la ciencia de los santos', ya que permite a los que lo tienen discernir rápidamente entre los impulsos de la tentación y las inspiraciones de la gracia".

Piedad

El don de piedad perfecciona nuestro amor a Dios. Desarrolla este amor instintivo por él como nuestro padre, lo que nos permite obedecer de forma más , ya que confiamos plenamente en su amor por nosotros.

Temor del Señor

El temor del Señor nos equipa con un temor del pecado y de ofender a Dios. No es por miedo al castigo del Señor, sino que brota naturalmente de nuestro profundo amor y respeto por Dios.